jueves, 25 de septiembre de 2014

Pawahtún y la Tortuga

Cuentan los antiguos mayas en una hermosa leyenda, que cuando el Sol y la Luna huyeron de la destrucción del mundo se cobijaron bajo el caparazón de una tortuga, lo que permitió a la Luna efectuar su habitual recorrido, pues con ello evitó morir destruida por el cataclismo. 

Muchos de los códices mayas representan al dios Sol llevando a cuestas el caparazón de una tortuga. A más, la tortuga es la insignia de los cuatro bacaboob que sostienen el Cielo, y se encuentran situados en los cuatro puntos cardinales, ya que los mayas  concebían al planeta Tierra como una gran tortuga, cuyo caparazón simbolizaba su redondez. 

En la astronomía maya la constelación AC se refiera a la Tortuga; es decir a Orión. En el Diccionario Motul, AC EK, las estrellas que están en el signo de Géminis, forman la figura de una tortuga. Además, se la identifica con el solsticio de verano, porque su lentitud de movimientos representa al tiempo cuando parece que el Sol no se moviese; el mes Kayab, tiempo del solsticio, está representado por la cara de una tortuga. Por otra parte, según el cronista Diego de Landa, la letra A es un glifo que representa a una tortuga.

Pawahtún, el Cargador del Cosmos, uno y cuatro a la vez, unos de los dioses ancianos, se representa con los brazos en alto, el rostro arrugado, la boca desdentada, y el cabello cubierto con una red. Carga un caparazón de tortuga en la espalda, y su glifo se representa por medio del caparachón. Pawahtún mora en el Cielo, la Tierra, y el Inframundo; su tarea es sostener la bóveda celeste y la superficie de la Tierra. La naturaleza del dios es pétrea. A él le correspondía presidir los cinco días nefastos, wayeb’, del calendario solar, a más de ser el patrono de los pintores y los tlacuilos.

Sonia Iglesias y Cabrera

viernes, 19 de septiembre de 2014

Leyenda Maya Prehispánica, La Piel del Venado

Los mayas cuentan que hubo una época en la cual la piel del venado era distinta a como hoy la conocemos. En ese tiempo, tenía un color muy claro, por eso el venado podía verse con mucha facilidad desde cualquier parte del monte. Gracias a ello, era presa fácil para los cazadores, quienes apreciaban mucho el sabor de su carne y la resistencia de su piel, que usaban en la construcción de escudos para los guerreros. Por esas razones, el venado era muy perseguido y estuvo a punto de desaparecer de El Mayab.
Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales.
En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer. Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba de lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño.
En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo:
—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees.
El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad:
—Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme?
—Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo:
—A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará.
El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten gratitud hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y todavía habitan la tierra de los mayas.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Cuzán y el Maquech

Cuzán era una hermosa muchacha esbelta de ojos negros y rasgados, piel ambarina y largos cabellos lacios. Su padre, Ahnú Dtundtunxcaán, gran señor guerrero, la adoraba. Como ya Cuzán estaba en edad de merecer, su padre había escogido como su futuro yerno a Ek Chapat, el príncipe heredero de la ciudad de Nan Chan.

Cierto día, el padre de Cuzán regresó de la guerra con un muy buen botín y  llamó a su hija para que lo viera, pues todo el botín se lo regalaría. Cuzán acudió a la sala donde se encontraba su padre sentado en el trono, a fin de agradecerle tan maravilloso obsequió. Al entrar al recinto, observó que junto a Ahnú Dtundtunxcaán, se encontraba un guapo mozo: Chalpol, llamado así a causa de su cabello color rojo. Cuando ambos jóvenes se vieron quedaron enamorados inmediatamente. Se juraron amor eterno mientras hacían el amor bajo una sagrada ceiba.

El padre de Cuzán se enteró fatalmente de estos amoríos bajo la ceiba y, lleno de furia y dolor, ordenó que Chalpol fuese sacrificado. Cuzán estaba loca de pena y acudió muchas veces ante su padre para suplicarle que le perdonase la vida a su bello amado. Todo fue inútil: Ahnú Dtundtunxcaán se mostró inflexible. Cuando llegó el día señalado, Chalpol fue pintado de azul para el sacrificio y en el templo se quemaron varitas de copal. En el colmo de la desesperación Cuzán acudió una vez más a suplicarle a su padre que no diera muerte a Chalpol y que a cambio de su vida, prometía no volver a ver al joven y casarse con el príncipe Ek Chapat. Ahnú Dtundtunxcaán accedió de mala gana, bajo la condición de que Cuzán se encerrara en sus habitaciones sin salir. 

Al llegar la noche, su padre requirió su presencia, y la joven atravesó los patios del templo para ir a ver a su padre, ni qué decir tiene que con sus hermosos ojos buscaba ansiosa a Chalpol. Al llegar ante el mandatario, Cuzán preguntó por la suerte de su amante. El soberano la miró y sonrió socarronamente, pero nada dijo. Un hechicero se acercó a la joven, le dio un escarabajo, y dijo: ¡Cuzán, hermosa princesa, he aquí a tu enamorado, nuestro Halach Uinic le perdonó la vida, pero me ordenó que lo convirtiera en un insecto, en castigo por haberse atrevido a ser tu amante! La princesa tomó al insecto y dijo: ¡Yo juré nunca separarme de Chalpol y voy a cumplirlo!

Cuzán llevó el bicho a un joyero quien le incrustó en el pecho piedras preciosas y le ató una cadenita. La sufrida Cuzán lo tomó, se lo prendió al pecho cerca de su corazón y trémula pronunció las siguientes palabras: ¡Maquech, yo juré nunca dejarte, ahora estarás por siempre junto a mí muy cerca de mi corazón, y los dioses nos protegerán! Y así los amantes permanecieron por siempre unidos y amándose eternamente.

Sonia Iglesias y Cabrera

domingo, 7 de septiembre de 2014

Puma Recibe una Lección

Hace ya muchos años, vivía en Texcoco un hermoso Puma que siempre hacía alarde de su fortaleza y su ligereza. Le gustaba asustar a los demás animales, tanto terrestres como acuáticas, rugiendo y saltando para luego reírse del miedo que les causaba. Esta actitud no gustaba para nada a los animales, les caía gordo. Un día en que corría velozmente tratando de darle caza a un venado, tropezó con la casita de Chapulín y la destruyó. 

Furioso, Chapulín se subió a la nariz de Puma y le reclamó- ¡Oye, Puma, por qué eres tan maleducado, acabas de destruir mi casa con tus espantosas patas llenas de garras! Ante tal reclamo Puma se sintió ofendido y contestó: - ¡Asqueroso y enano insecto, yo no tengo la culpa de que coloques tu casa por donde yo voy a pasar corriendo! Chapulín indignado refutó: - ¡Pues ahora vas a pagar por los destrozos de mi casa! - ¡Yo no te voy a pagar nada, insecto horrendo! Grito enfurecido Puma. Chapulín, temblando de furia, le propinó un fuerte golpe en la nariz al bello felino y le dijo terminante: -¡Te declaro la guerra! Cuando Puma recibió el golpe sintió cosquillitas, estornudó y Chapulín salió disparado. Desde el suelo vociferó: -¡Te reto a guerra con todas mis tropas, tú puedes traer a las tuyas, y ya veremos quién gana la contienda! Puma, muy digno, se dio la media vuelta y se alejó en busca de sus tropas.

Mientras tanto, Chapulín fue a ver a las avispas y les pidió su ayuda: ¡Queridas hermanas avispas, ha llegado la hora de darle una lección a ese presumido felino carnívoro y sanguinario, ya basta de dejarnos atropellar por Puma¡ ¡Si nos unimos lo venceremos! Todas las avispas estuvieron de acuerdo con Chapulín en luchar contra ese presumido, arbitrario y abusivo, y se dispusieron para la guerra. Entre tanto, Puma fue en busca de la ayuda de los coyotes, los gatos monteses, los tigrillos y las zorras, les platicó lo acontecido con Chapulín, y los incitó a la luchar diciendo: ¡Ya verán esos topes y repugnantes insectos de lo que somos capaces, no nos dejaremos amedrentar por ellos! 

Al poco tiempo se encontraban en el campo de batalla observando por donde vendría las tropas enemigas. La Zorra dijo que iría a la vanguardia y que en cuanto viera a las tropas de Chapulín daría un grito de alerta. Cuando los soldados de Chapulín vieron a Zorra, se le fueron encima y la picotearon por todo el cuerpo y, olvidándose de dar la alarma,  corrió despavorida a tirarse al lago. Puma y sus cotlapaches al ver a Zorra en el agua pensaron que estaba persiguiendo a Chapulín y corrieron hacia ella. 

El ejército de avispas aprovechó esta circunstancia y se lanzó sobre los soldados de Puma y clavaron a placer sus aguijones en los cuerpos de los animales que gritaban a más no poder de dolor. Zorra que observaba desde el lago, gritaba: -¡Al agua, al agua! Y, efectivamente los picados soldados de Puma se arrojaron presurosos al agua. Mientras tanto, el ejército de avispas zumbaba y no los dejaba salir del agua. Después de varias horas; acalambrados, cansados, hambrientos y sedientos, las tropas de Puma decidieron rendirse. Salieron del lago todos mojados y humillados y tuvieron que soportar las miradas burlonas y las mofas que las avispas hicieron. Chapulín se acercó a Puma y le dijo: -¡Puma presuntuoso, espero que no olvides la lección, pues has de saber que cuando las criaturas pequeñas se unen, no hay quién pueda vencerlas!

Sonia Iglesias y Cabrera

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Cacomixtle Retador

Hace mucho tiempo, en el Lago de Texcoco vivía una Rana que era muy feliz, siempre estaba cantando sin importar si había sequía o llovía torrencialmente. 

Cierto día en que se encontraba de lo más bien cantando a voz en cuello, repentinamente se quedó callada pues vio que se acercaba a ella un Cacomixtle o Tlacomixtle, “medio felino”, un bello animal que se asemeja mucho al mapache y que tiene el tamaño de un gato. Aunque asustada, Rana sabía que el Cacomixtle no la lastimaría pues se encontraba apartada de la orilla cantando sobre una hoja de lirio. Cacomixtle se detuvo a verla y como Rana retornase a su canto, se la quedó escuchando por un buen rato moviendo se bella cola esponjada coloreada en anillos blancos y negros. 

Impresionado por el bel canto de Rana, Cacomixtle no quiso quedarse atrás y le dijo: -¡Cantas muy bonito, Ranita, de eso no hay duda; sin embargo, yo soy el campeón en las carreras, no hay quien me gane a correr! Al escuchar sus palabras, Rana se quedó desconcertada ante tanta presunción que no venía al caso y replicó con sorna y un poco picada: - No veo por qué me dices esas cosas, ni que es lo que pretendes al presumir de tal manera, Cacomixtle. Nuestro amigo quiso farolear y le replicó a Rana un tanto cuanto insolentemente: ¡Querida y hermosa Rana, te propongo que nos echemos unas carreritas de aquí hasta ese claro del bosque, y veamos quién es el ganador! ¡Sal del agua, pues!

Ante el reto, Rana salió del agua muy dispuesta a participar en la contienda. -¡Voy a contar hasta tres y echamos la carrera! Dijo Cacomixtle muy ufano y seguro de sí mismo: -¡A la una, a las dos y a las tres! Justo en ese momento Rana se montó de un salo en la cola de Cacomixtle, el cual no la sintió, no se percató de nada. El Mediofelino echó presto la carrera, y llegó al claro del bosque volteó a ver en donde estaba Rana. Por lo agitado que estaba por la carrera y no se dio cuenta de que su rival descendía rápidamente de su larga cola, y se colocaba en la meta, cual si hubiese llegado antes que él. -¡Yo gané, yo gané! Gritaba Rana. 

Cacomixtle se quedó desconcertado y humillado porque había perdido la apuesta, pero ante la supuesta realidad no le quedó otra que aceptar su derrota ante Rana y frente a los demás animales que habían presenciado tan desigual reto. La hermosa Rana estaba muy feliz porque le había dado una muy buena lección al farolero y presumido de Cacomixtle, aunque hubiese recurrido a un pequeño engaño…

Sonia Iglesias y Cabrera