Tepotzotlán
es una localidad que se encuentra en el Estado de México, muy cerca de la
Ciudad de México. Su nombre significa en lengua náhuatl “lugar donde abundan
las jorobas”. Como toda localidad de nuestro país, cuenta con una fecunda
tradición oral. Una de sus leyendas nos relata que hace mucho tiempo, en los
túneles que se encuentran abajo del ahora Museo del Virreinato, existe una roca
volcánica en la que se ven, perfectamente marcadas, unas costillas de hombre.
El
origen de este fenómeno se debe a que en cierta ocasión un par de ángeles muy
travieso decidió que podía atrapar sin problema al Diablo. Los ángeles
establecieron un plan perfecto con el fin de agarrarlo. Después de mucho
pensarlo, decidieron que la mejor forma de llevar a cabo su propósito era
tentar al Demonio con una joven muy bella. Acudieron a la ciudad de Tepoztlán y
se dirigieron a la casa de Sofía, la muchacha más hermosa del lugar, y le
expusieron su plan. Sofía debía meterse en uno de los túneles completamente
desnuda, e invocar al Diablo con una conjura especial que los ángeles conocían.
Ya que el Diablo se apareciese atraído por la voz y la belleza de la muchacha,
los ángeles lo atarían a una gran roca por medio de unas cadenas.
Sofía
aceptó encantada lo solicitado, pues consideraba que era una buena manera de
deshacer a la humanidad de ese ser tal maligno. Llegó la noche, y la joven se
introdujo en el túnel, se desvistió y repitió el conjuro varias veces. Al fin
el Diablo apareció y trató de poseer a Sofía. En ese momento aparecieron los
valientes ángeles, tomaron por sorpresa al Demonio y lo ataron a la roca
elegida.
Satán
quedó inmovilizado, y por más que hacía la lucha, no lograba quitarse las
cadenas. Luchaba y luchaba, pero nada lograba. El amanecer se acercaba, y el
Diablo estaba furioso. Intentó cargar la roca para escapar y la presionó muy
fuerte para levantarla, tan fuerte fue la presión que el calor de su cuerpo
fundió parte de la roca, al desprenderse de ella las costillas se le quedaron
marcadas en la piedra, pero logró escapar.
Desde
entonces se puede ver la marca de las costillas del Diablo que quedaron para
siempre estampadas en la roca volcánica. De más estar decir que el Diablo
siguió haciendo de las suyas en la Tierra, a pesar de las buenas intenciones de
los dos ángeles y de la bella Sofía.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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