Cuenta
una leyenda nahua de la zona de la Malinche, en el estados de Puebla que había
una vez una viuda que tenía dos niños pequeños. Al poco tiempo de haber
enviudado se encontró a un señor con el cual se fue a vivir; pero el hombre no
quería a los niños porque no eran sus hijos, y un desafortunado día los dejó en
el bosque, para que los coyotes se los comieran. Los dejó en lo más profundo
del bosque y les dijo que se quedaran ahí porque él iba a recoger ocoxal para
el temazcal. Pasó el día completo y el hombre no apareció. Como empezó a
oscurecer, los pequeños se pusieron a llorar de miedo. En esas estaban cuando
de pronto se apareció un pajarito muy brillante que cantaba muy bonito. Al
verlo, los niños corrieron tras él y lo atraparon. La pequeña ave al verlos
llorar les dijo que no lloraran y que fueran con él a la casa de la Malintzin. Ésta era una mujer muy
bonita de vestido verde, pues es la patrona de la montaña que vive en la
entrañas de la misma.
Cuando
los pobres niños llegaron con la Malitzin a sus preguntas respondieron que el
nuevo esposo de su madre les había abandonado en el bosque. La Malitzin les
dijo que los iba a ayudar, pero que no se iban a quedar en su casa, sino que
debían regresar a la superficie de la Tierra. Les regaló una hermosa flor
dentro de una caja, una dalia, y les recomendó que la cuidasen muy bien y la
mantuvieran adentro de su caja, la sahumaran todos las noches con incienso,
porque si la trataban bien la dalia les iba a dar dinero para que compraran
comida y ropa.
En
la casa de la Malitzin había muchas cajas que llamaban la atención de los
niños. Un día que se encontraban solos, abrieron una de ellas. Cuando lo
hicieron salió un viento terrible, empezó a llover, a granizar y cayeron muchos
relámpagos. Los pequeños se dieron cuenta que ahí se encontraban todos los
males que aquejaban a la humanidad. Cuando la Malitzin regresó, inmediatamente
cerró la caja de donde habían salido tan tremendos males, y envió a los niños a
la Tierra.
Cuando
los pequeños regresaron se pudieron comprar la ropa y la comida que quisieron.
Pero las personas del pueblo se extrañaron de que tuvieran dinero. Los
denunciaron a las autoridades, y se los llevaron presos junto con la flor. Un
ratón que vivía en la celda los vio y les dijo que dejaran de llorar porque los
iba a sacar si le daban algo. Los niños que sólo tenían una tortilla para mal
comer, la partieron y le dieron algunos pedazos. Entonces, el ratón hizo un agujero en
el piso, por donde pudieron escaparse por la noche.
Se
fueron a vivir a otro pueblo, compraron una casa. Cada noche sahumaban a la
flor y al otro día encontraban muchas monedas de oro. Cuando los niños
crecieron fueron a buscar a su mamá que ya estaba muy vieja, sola y enferma; el
hombre con el que había vivido había muerto
despeñado por borracho.
Los
jóvenes vivieron muy felices, siempre ayudados
con el dinero que les proporcionaba la dalia. Perdonaron a su madre por
haberlos abandonado, la ayudaron y la
cuidaron hasta que se murió.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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