martes, 3 de noviembre de 2015

Del porqué la mar es salada



Cuenta una leyenda totonaca de Veracruz, que hace muchos años vivía en el Totonacapan, alrededor de la hermosa pirámide de El Tajín y cerca de la ciudad de Papantla, una anciana llamada Flor de Vainilla. La mujer habitaba junto con su hija, una bella joven morena, y con su yerno, que trabajaba como campesino y cultivaba su milpa que quedaba cerca de su jacal.
 

Vivían en completa armonía, pues los tres eran muy respetuosos y se querían. La joven era artesana y se dedicaba a hacer cazuelas y jarros de barro, que iba a vender al tianguis que estaba cerca de la gran ciudad de Tajín. Como su hija y su yerno trabajaban, la anciana Flor de Vainilla era la encargada de hacer las tortilla y de preparar los frijoles; alimentos que constituían la base de su dieta diaria, aun cuando agregaban vegetales variados y sabrosas frutas de la región.

Como la anciana quería mucho a su yerno, trataba de que la comida saliese lo mejor posible. Así, cuando preparaba los diarios frijoles en la olla grande que usaba para tal menester, los  salaba con el sudor de sus axilas. Con el sudor, adquirían el sabroso sabor que encantaba tanto a la hija como al yerno. La hija al saborear tan deliciosos frijoles, le preguntaba a su madre cuál era su secreto, y le pedía que le diese la receta para poder hacer también ella tan deliciosos frijolitos. Pero la anciana siempre se negaba, alegando que sólo se debía a la buena sazón de su mano.

Pasó el tiempo, y la hija seguía intrigada. Cierto día, decidió espiar a su madre para conocer el famoso secreto. En lugar de acudir a su taller de cerámica, que estaba en la misma casa, pero un poco alejado de la cocina, se escondió en el patio y cuando la vieja empezó a guisar los frijoles, la muchacha se asomó a una ventanuca y la vio quitándose el sudor de las axilas y arrojándolo a la olla de los frijoles. La hija, al verlo, dio un grito de asco, y la anciana al verse sorprendida se sonrojó de pura vergüenza.

Fue tanto su bochorno que Flor de Vainilla se salió de su casa, caminó un largo camino hasta el mar y se arrojó en él sudando. A ello se debe que desde entonces la mar sea salada.

Sonia Iglesias y Cabrera

No hay comentarios.:

Publicar un comentario