miércoles, 27 de agosto de 2014

Los Minincueo y la Joven que Brilla

Cuenta la leyenda que Pedro y Paula, una pareja de campesinos, tenía un hijo y una hija a quienes adoraban, y llenaban de amor y de besos. Como estaban los pequeños estaban muy consentidos les compraban muchas cosas y los mimaban. Cuando tenían como ocho y siete años, Pedro le dijo a su esposa que ya el dinero no le alcanzaba para nada, y que ya no podía alimentar y vestir a los niños, y que ya no los quería. Después de discutir el problema de lo que debían hacer con el par de criaturas, decidieron que ya no querían tenerlos y que los iban a dejar en el bosque para ver si alguien los encontraba, los cuidaba y los mantenía. Pedro llamó a Agustín y a Juana –que así se llamaban los rechazados vástagos-  y les dijo que se alistaran porque iban a ir al bosque a buscar leña.

A los niños les encantó la idea y se apresuraron a ponerle los aparejos al burro, prepararon un hacha, una cuerda, agua, y unas tortillas para el camino. Los tres marcharon rumbo al bosque. Después de mucho andar, cuando llegaron a un claro el padre les dijo que lo esperaran un momento porque iba a ver dónde había buena leña que acarrear,. Pedro se llevó al burro y dejó a los niños solos. Pasó el tiempo, empezaba a oscurecer, hacía mucho frío y el padre no aparecía. Agustín y Juana lo llamaron a gritos hasta enronquecer, pero nada, el padre no aparecía. Los niños se pusieron a llorar desesperados porque no sabían cómo regresar a su casa.

Cuando más desesperados se encontraban apareció una joven muy hermosa que brillaba mucho: -¿Qué es lo que les pasa, queridos niños, a qué debe ese llanto? Les preguntó. Los jovencitos le respondieron llenos de miedo: -¡Nuestro padre nos trajo al bosque a buscar leña y nos abandonó, no sabemos qué hacer ni cómo regresar! La joven brillante les propuso: - Dejen ya de llorar, que con eso no arreglan nada, si lo desean los puedo convertir en pajaritos. Los niños, azorados, se voltearon a ver y replicaron: - ¿En pajaritos? –Sí, contestó la joven que brilla, así volarán muy contentos y ya no llorarán. -¡Sííí!, replicaron al unísono Agustín y Juana, -¡Queremos ser pajaritos! La mujer que brilla efectuó unos pases mágicos, y los convirtió en hermosos pájaros a los que llamó Mimincueo. Desde entonces estos pajaritos abundan por estas tierras habitadas por indios nahuas de Puebla.

Sonia Iglesias y Cabrera

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