sábado, 18 de julio de 2015

Leyenda de Miedo: La Piedra

En la región sureña de la Ciudad de México conocida con el nombre de Tlalpan, “sobre la tierra”, se encuentra una población llamada Fuentes Brotantes por sus manantiales que vienen de la Sierra del Ajusco. Un arroyo atraviesa la población, y junto a éste puede verse una enorme piedra, a la cual sus pobladores designan como La Piedra.


La leyenda nos cuenta que cada dos años, los días 24 y 31 de diciembre, la enorme roca desparece y en su lugar puede verse una miscelánea. Cuando algún visitante de las Fuentes Brotantes entra a la tiendita para comprar alguna cosa que se le antoja, inmediatamente la miscelánea se cierra y la mágica piedra vuelve a aparecer. Adentro de la roca existen muchas cavernas, y esas cavernas conducen a diferentes destinos. Si los que se adentraron a la tiendita escogen una buena caverna, pueden volver a salir, los que se equivocan en la elección nadie sabe a lo que deberán enfrentarse y qué cruel destino los espera, pues ya nunca se les vuelve a ver.

Dentro de la piedra vive La Llorona, conocida también como la Cihuacóatl, quien por las noches sale de ella para pasearse por la orilla del arroyo hasta llegar a un pequeño lago que conduce a un islote. Sentada en él, La Llorona espera, noche tras noche a que aparezca algún enamorado para matarlo. Cuando llega el amanecer, la mujer-fantasma regresa a su piedra para volver a salir al día siguiente y tratar de atrapar a algún incauto.

Sonia Iglesias y Cabrera

miércoles, 8 de julio de 2015

Leyenda de Miedo: La Madre Desobligada

Una leyenda de la tradición oral de Tarímbaro, Michoacán, cuenta que en el pueblo vivía un matrimonio que tenía tres hijas pequeñitas: una de cinco años, otra de cuatro, y la tercera de tan sólo un año.

El papá, que se llamaba Carmelo, trabajaba en la ciudad de Morelia, y sus turnos laborales variaban de día o de noche. La esposa, Ireri, no era muy afecta a realizar las labores domésticas, descuidaba la casa, la comida y a las criaturas, siempre esperaba a ver qué traía de comer Carmelo.

Un mal día Ireri se murió, y dejó solo a Carmelo con las tres niñitas. El padre no les dijo a sus hijas nada acerca de la muerte de su madre a fin de evitarles  sufrimiento. Un día en que Carmelo regresó a la casa después de su trabajo, se dio cuenta de que las tres pequeñas se encontraban muy bañadas, vestidas de limpio, y bien peinadas, las casa resplandecía de limpia: estaba barrida, trapeada, y sacudida.

Carmelo se extrañó mucho de tanta limpieza y preguntó a las niñas: -¿Queridas hijas, cómo es que están tan bien arregladas y la casa tan limpia?

Las niñas, muy contentas y sonrientes, le respondieron: -¡Papá, aquí estuvo mamá, ella fue quien hizo todo, pero cuando llegaste se fue!

Carmelo quedó muy pensativo pensando que eso era imposible.

Durante toda una semana siguió pasando lo mismo: casa e hijas estaban súper limpias y arregladas.

Entonces, Carmelo les dijo a las chicas: - Cuando su mamá venga, pídanle que deje una señal de que estuvo aquí.

Al otro día, cuando el viudo regresó a su casa, las niñas le dijeron que su mamá les había contado que donde se encontraba ahora había un viejito muy luminoso que la había exhortado a que cumpliera con sus deberes de madre y de ama de casa, para que pudiera descansar y quedar en paz; además, dijeron que Carmelo debía mandar oficiar una misa, y perdonarla por su mal comportamiento de madre y esposa. Carmelo llevó a cabo lo solicitado por Ireri, y ya nunca más regresó la mujer desde el más allá.

Sonia Iglesias y Cabrera

jueves, 2 de julio de 2015

Leyenda de Terror: Los Turistas Descreídos

En cierta ocasión, una pareja de turistas llegó a la Ciudad de Querétaro procedente de la Ciudad de México; deseaban conocerla ya que les habían dicho que era muy bella. Se hospedaron en un bonito hotel de la plaza central y decidieron cenar en una fonda que encontraron a una cuantas calles.

La mesera que les atendía al darse cuenta que eran fuereños les advirtió que no debían salir a la calle después de las tres de la mañana, porque se aparecían unos niños vestidos de blanco que se llevaban a las personas.

Ya eran muchas las que habían desaparecido misteriosamente y nunca se las habían encontrado. Así había pasado con gente del lugar y con muchos turistas que no habían hecho caso a las advertencias que se les había dado.

Pero la pareja, creyéndose por encima de las supersticiones  y las leyendas de aparecidos, no hizo caso y se fue a la plaza a beber cervezas y a retar a los fantasmas infantiles. De pronto, se encontraron rodeados de niños de blanco cuyos rostros no podían ver; eran niños chicos con la vestimenta blanca pero traslúcida.

En un momento dado pudieron ver sus caras que eran angelicales, pero con una expresión malévola y diabólica que los llenó de terror. Al principio, pensaron que los lugareños les estaban jugando una broma y que se trataba de niños disfrazados; sin embargo, cuando los diabólicos niños empezaron a acercarse, la pareja se dio cuenta de que no se trataba de un engaño sino de seres del otro mundo.

Cuando menos se los esperaban, los niños agarraron de la mano a la mujer y se la llevaron, disolviéndose en la nada. El esposo la buscó, le gritó aterrado, pero sus gritos se perdieron en la noche. No la encontró, había desaparecido para siempre.

El esposo regresó a la ciudad de México, no podía quitarse de la cabeza lo acontecido; pasada una semana, sus parientes lo encerraron en la Castañeda, pues se volvió completamente loco.

Sonia Iglesias y Cabrera