Cuenta
la tradición oral matlatzinca que hace muchos años existió un sacerdote de
nombre Xinan, el cual estaba empeñado en conocer a la Tlanchana, una sirena muy
bella, diosa del antiguo Lago de Metepec. Dispuesto a conocerla, Xinan se fue
hasta el lago, se quitó toda su vestimenta y se metió en él. Al darse cuenta la
Tlanchana de lo que ocurría, se dirigió al hombre y le dijo: -¡Mentecato, si no
te sales ahora mismo de las aguas de mi lago, vas a conocer de lo que soy capaz
cuando me enojo! Pero el sacerdote no quiso hacer caso de lo que le decía la
diosa y cayó perdidamente enamorado, hasta el punto de querer vivir con ella.
Cada
día Xinan iba al Lago de Metepec a ver a la mujer. Un día, la Tlanchana furiosa
por la insistencia del hombre que no le hacía caso e insistía en meterse al
agua sin su consentimiento, lo tomó en sus manos y lo arrojó muy lejos. Xinan,
herido por el rechazó de su bien amada, se dirigió hacia un valle, se acostó en
la hierba, se abrió el pecho y expuso su corazón al Sol para que se quemara.
Al
enterarse de lo ocurrido la Tlanchana estaba feliz, porque ya nadie la
molestaría. En el valle, el cuerpo de Xinan empezó a crecer y a adherirse
la tierra; la sangre que salía de su
corazón quemaba todo lo circundante, y su cuerpo se transformó en un volcán. Al
ver lo sucedido, la Tlanchana se arrepintió y quiso ir al volcán, pero su casa
estaba cubierta de tierra y lava y le fue muy difícil. Por fin, logró subir
hasta la cima, le pidió perdón a Xinan y le tapó el corazón para que no causase
más estragos.
La
Sirena se quedó un tiempo a vivir en el Río Verdiguel que estaba cerca, pero
pronto decidió irse a Toluca, porque no soportaba estar viendo a Xinan
convertido en volcán.
Sonia Iglesias y Cabrera