Una
leyenda zapoteca nos cuenta que hace muchos años, Dios se encontraba en el
Cielo junto a todos sus hijos, esperando que la Tierra que las aguas
procedentes del Diluvio que había creado habían mojado, se secara. El Diluvio
había sido fuerte y había durado cuarenta días. Entonces había que esperar con
paciencia.
Para
entretener a sus criaturas predilectas durante el largo tiempo que le llevaría
a la Tierra secarse, decidió contarles cuentos y bonitas mentiras (1). Con el
relato de sus muy buenas mentiras, Dios tenía a su auditorio embelesado, pues
era muy buen narrador. Todos los animales que se encontraban a su vera estaban
fascinados y muy atentos a las mentiras.
Cuando
Dios les estaba contando el mito del origen del universo, pensó que tal vez la
Tierra ya se hubiese secado, y le dijo a uno de los animales que se encontraba
cerca de él que se asomara a ver si el Sol ya había secado a la Tierra. Pero
tan bonita era la narración que contaba Dios que el animal ni le escuchó y
siguió, muy entretenido oyendo la historia.
Al
ver Dios que el animal no le obedecía le repitió la orden, pero éste siguió
enfrascado en el cuento, del que no quería perder ni una parte. Por tercera vez
Dios, furioso por no ser obedecido, dejó el mito y volvió a dar la orden al
animal, lo miró con ojos de fuego y le gritó: -¡Vete, Burro!
El
pobre animal, contrito, se levantó, y en ese preciso instante sus orejas
crecieron muchísimo, y le quedó para siempre el nombre de “burro” que Dios le
puso y que suele emplearse muy peyorativamente.
(1) Entre
los zapotecos contar mentiras es un género narritivo de su tradición oral.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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