Cuentan
los abuelos que un señor que vivía en Alotepec, Oaxaca, en el distrito mixe, un
día fue a San Andrés Tuxtla a vender sus chiles. Cuando llegó había fiesta, y
el hombre aprovechó que había mucha gente para ofrecer su mercanciA. Cuando
llegó la hora en que se oficiaría la misa, se escuchó el tañar de la campana de
la iglesia de San Andrés. Al señor le gustó tanto el sonido que decidió ir a
verla. Al llegar a la torre del campanario las personas que se encontraban en
el atrio lo vieron y se preguntaron qué hacía ese hombre allá arriba, le
gritaban que qué hacía allá arriba sin que nadie le hubiera dado permiso para
subir. En represalia, los habitantes del pueblo lo bajaron a golpes y lo
metieron a la cárcel para castigar tal atrevimiento. El pobre hombre preguntaba
el porqué de los golpes y del encierro, las autoridades le contestaron que no
debía haber subido al campanario sin permiso porque estaba prohibido, y el
alegaba que lo había hecho porque el sonido de la campana era muy bonito.
Al
otro día, el señor de los chiles fue puesto en libertad, Cuando regresó a
Alotepec, les contó a sus compañeros que le había ido muy mal, y que había
estado preso. Sus amigos que eran nahuales decidieron que ante tanta injusticia
irían a quitar la campana. Se dirigieron a San Andrés dispuestos a cumplir lo
acordado. Con mucha astucia se llevaron la campana a Alotepec, en medio de una
torrencial lluvia con truenos y rayos. La dejaron en un sitio que se llama Kämpaan
jud windïb’y, “cerca del hoyo de la campana”.
Cuando
los nahuales de San Andrés llegaron a Alotepec a buscar la campana, no la
encontraron. Los habitantes de Alotepec se reunieron para decidir lo que iban a
hacer con la campana de marras. Algunos querían colgarla en la iglesia, pero
otros decían que cuando sonara los nahuales de San Andrés la iban a oír e irían
por ella. Entonces, se tomó la decisión de esconderla en el cerro para que
nadie pudiera encontrarla.
Desde
entonces, el día de San Andrés, justamente a mediodía, se escucha en todo el
pueblo el tañer de la campana robada y sabiamente escondida.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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