martes, 17 de mayo de 2016

Los invitados sedientos



Cuenta una leyenda de Tecate, Baja California, que en 1910, empezada la Revolución Mexicana, vivía cerca de la ciudad un matrimonio de campesinos sin hijos. Un cierto día muy caluroso llegaron unos hombres a su casa, y como se encontraban muy cansados y con sed, le pidieron agua al campesino. Éste los invitó a entrar a la casa para darles agua del pozo. Todos bebieron hasta saciarse y aceptaron la invitación de quedarse a comer. Como empezó a oscurecer, y los invitados no se iban, el matrimonio les ofreció pasar la noche en la casa. Los forasteros aceptaron.

A medianoche los hombres, que eran unos desalmados delincuentes, asesinaron y torturaron al campesino, y robaron todo lo que pudieron. Al hombre lo amarraron con cadenas, le quitaron los ojos, y lo echaron ya muerto al pozo que cubrieron con piedras. Se llevaron a la mujer y desaparecieron.  


Desde entonces por las noches se escuchan los gritos de desesperación y dolor que lanza el pobre hombre torturado, que busca con afán a su esposa raptada por los asesinos. Los vecinos aseguran que se escuchan cerca del pozo las cadenas con que le amarraron y el sonido de las piedras que trata de quitarse de encima, y el de las burbujas que se forman en el agua del pozo. Aquellos que se atreven a mirar dentro, afirman que se puede ver la cara del campesino, llena de angustia y sufrimiento, gritando desesperado que salven a su querida esposa que se llevaron los desalmados asesinos.

Sonia Iglesias y Cabrera

martes, 10 de mayo de 2016

El Tecolote



 En el estado de Tamaulipas se cuenta una leyenda muy antigua acerca de un grupo de indios que un día salió a cazar como era su costumbre. Decidieron emprender camino hacia el paraje de la Bufa. Cuando llegaron encontraron a un animal en el sitio. José Antonio Campaña, uno de los cazadores, le arrojó una flecha a la cabeza. Su compañero, Eugenio Zúñiga, lanzó la suya que le dio también en la cabeza; y Cristóbal Hernández hirió a la bestia en una pata.

El animal, terriblemente herido huyó hacia unos matorrales y desapareció. Los cazadores, desconcertados, comenzaron a buscar a la presa, temiendo que se tratara de una emboscada por parte de los soldados españoles ávidos de conquista.



El más viejo de los cazadores decidió que buscaran a la presa por las cercanías, y se adelantó para señalar el camino. Les llevaba bastante ventaja a sus compañeros, cuando de pronto le salieron una patrulla de españoles que lo apresaron y lo llevaron al sitio que les servía de cuartel, pensando que les podría informar donde se encontraba el asentamiento de la tribu a quien querían eliminar.

Pero el indio viejo no soltó una sola palabra. Uno de los soldados, para fastidiarlo, le pidió que hiciese un tecolote, a lo que el cazador aceptó inmediatamente, y pidió que le dejasen ir a buscar un cañuto para cumplir lo pedido. Los hispanos aceptaron y el indio se alejó un poco para tomar el cañuto, siempre bien vigilado por los soldados.

Al regresar con el cañuto se sentó a trabajar; fue sacando de él plumas de tecolote, hasta formar la imagen exacta de un búho. Cuando termino de hacerlo unos de los españoles le dijo que ahora debía imitar el canto del animal. Entonces el viejo sabio se llevó la mano a la boca e imitó a la perfección el canto del ave. Al hacerlo, el indio se convirtió en tecolote, y rápidamente voló y se fue.

Como es de suponer, los soldados españoles se quedaron pasmados y con un palmo de narices. ¡Habían sido burlados por el indio sabio!

Sonia Iglesias y Cabrera.


martes, 3 de mayo de 2016

De cómo nació el Arcoíris




Cuenta una hermosa leyenda mazateca del estado de Oaxaca que hace mucho tiempo vivía en un pueblito un señor que era muy pobre. Era tan pobrecito que ni siquiera tenía vestimentas con que cubrir su cuerpo. Tenía que andar desnudo, hecho que le avergonzaba sobremanera, como es de suponer. Trataba desesperadamente de encontrar solución a su desgracia, pero no se le ocurrían ideas para salir adelante. Pensaba todo el tiempo lo que podía hacer para remediar su desnudez.
 
 Un día en el cielo se formó un gran Relámpago. Al verlo, el hombre decidió ir a visitarlo, con la esperanza de que pudiese ayudarlo. Tomó camino, y después de viajar por muchos días, llegó hasta donde se encontraba el Relámpago, y le pidió permiso para hablarle. El Relámpago accedió y escuchó las cuitas del pobre hombre. Después de escucharlo muy atentamente y con tristeza, el Relámpago le dijo: -¡Querido señor, a pesar de que mi poder es enorme, no puedo proporcionarte la ropa que me pides. Pero como estoy muy  impresionado con tu historia te voy a dar un obsequio. Mira, te voy a proporcionar siete colores, píntate el cuerpo con ellos, y nunca más andarás desnudo! El hombre lo miraba boquiabierto. El Relámpago prosiguió: - Aparecerás siempre después de que haya llovido y tu presencia anunciará la llegada del Sol. Todas las personas te verán maravillados por tu belleza, y te amarán.

Y así fue cómo surgió el Arcoíris, al que los hombres llamaron El Señor de los Siete Colores.

Sonia Iglesias y Cabrera