En
el estado de Tamaulipas se cuenta una leyenda muy antigua acerca de un grupo de
indios que un día salió a cazar como era su costumbre. Decidieron emprender
camino hacia el paraje de la Bufa. Cuando llegaron encontraron a un animal en
el sitio. José Antonio Campaña, uno de los cazadores, le arrojó una flecha a la
cabeza. Su compañero, Eugenio Zúñiga, lanzó la suya que le dio también en la
cabeza; y Cristóbal Hernández hirió a la bestia en una pata.
El
animal, terriblemente herido huyó hacia unos matorrales y desapareció. Los
cazadores, desconcertados, comenzaron a buscar a la presa, temiendo que se
tratara de una emboscada por parte de los soldados españoles ávidos de
conquista.
El
más viejo de los cazadores decidió que buscaran a la presa por las cercanías, y
se adelantó para señalar el camino. Les llevaba bastante ventaja a sus
compañeros, cuando de pronto le salieron una patrulla de españoles que lo
apresaron y lo llevaron al sitio que les servía de cuartel, pensando que les
podría informar donde se encontraba el asentamiento de la tribu a quien querían
eliminar.
Pero
el indio viejo no soltó una sola palabra. Uno de los soldados, para
fastidiarlo, le pidió que hiciese un tecolote, a lo que el cazador aceptó
inmediatamente, y pidió que le dejasen ir a buscar un cañuto para cumplir lo
pedido. Los hispanos aceptaron y el indio se alejó un poco para tomar el
cañuto, siempre bien vigilado por los soldados.
Al
regresar con el cañuto se sentó a trabajar; fue sacando de él plumas de
tecolote, hasta formar la imagen exacta de un búho. Cuando termino de hacerlo
unos de los españoles le dijo que ahora debía imitar el canto del animal.
Entonces el viejo sabio se llevó la mano a la boca e imitó a la perfección el
canto del ave. Al hacerlo, el indio se convirtió en tecolote, y rápidamente
voló y se fue.
Como
es de suponer, los soldados españoles se quedaron pasmados y con un palmo de
narices. ¡Habían sido burlados por el indio sabio!
Sonia
Iglesias y Cabrera.
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