Durante
la época de la Intervención Francesa en México surgieron en Michoacán los
famosos “cuerudos”, guerreros muy valientes que luchaban por la patria, Un día
en una batalla entre franceses y mexicanos en Apatzingan, un cuerudo le cortó
la cabeza a un francés, la cual quedó tirada en el campo de batalla. Pasados
algunos años, los campesinos de la región empezaron a oír, a la caída del sol,
los sonidos de una batalla, a los que seguía un absoluto silencio. Los perros aullaban
asustados, y los coyotes se ponían inquietos y furiosos. Al cabo de un rato,
aparecía la figura de un jinete sin cabeza, montado en un hermoso caballo
negro, que llevaba en la mano una espada. Iba el jinete vistiendo uniforme del
ejército francés lleno de sangre, y una capa roja que flotaba al viento.
El
jinete sin cabeza cabalgaba muy enojado y buscaba desesperadamente su cabeza
perdida que no podía encontrar. Estaba tan furioso que cuando veía a alguna
persona, sin pensarlo dos veces le cortaba la cabeza con su filosa espada. El
jinete francés se aparecía, sobre todo, en las noches que hay luna llena; daba
vueltas por todo el campo buscando su cabeza, y como no la encentraba, se iba a
las ranchería y a los pueblos a buscarla. Entraba como un torbellino por la
calle, llegaba hasta el centro de los pueblos, donde el majestuoso caballo
negro, se paraba en dos patas y relinchaba escalofriantemente. ¡Pobre de aquel
que tuviera la mala suerte de salir de su casa, porque quedaba sin cabeza!
Cuenta la leyenda que alguno que otro hombre que se consideraba muy valiente, le
salía al paso al jinete y rifle o pistola en mano, le disparaba varias veces;
pero como es de suponer, las balas no afectaban para nada al francés que
regresaba del Más Allá a buscar su perdida cabeza.
Es
por ello que los pobladores de Apatzingan prefieren no salir de sus casas las
noches en que hay luna llena, pues es muy posible que se topen con el famoso
jinete sin cabeza, prefieren ponerse a rezar hasta que dejan de escuchar el
trote del caballo y sus relinchos.
En
cierta ocasión una muchacha que estudiaba en Apatzingan, regresó a su ranchería
el fin de semana para pasarlo con sus padres. Caminaba, con unas amigas de la
escuela a las que había invitado a su casa, desde donde las dejaba el autobús
de pasajeros hacia su casa, pero se les hizo tarde cuando agarraron camino por
aquellos hermosos campos. El tiempo pasaba, y el sol se iba ocultando poco a
poco. En el cielo brillaba la luna llena, cuando de pronto escucharon el fragor
de una batalla: disparos, voces, gritos, relinchos de caballos… y de repente,
un silencio sepulcral… asustadas, las muchachas escucharon el galope de un
caballo, y un terrible relincho. El galopar del caballo se iba escuchando cada
vez más cerca. Las chicas estaban aterrorizadas cuando vieron al espantoso
jinete sin cabeza que poco a poco se les iba acercando. En ese momento se
escuchó la voz de la muchacha que les gritó a sus amigas: ¡Al suelo, tírense al
suelo! Todas obedecieron justo a tiempo para que el jinete francés les pasara
por encima al tiempo que blandía su espada tratando de cortar sus cabezas.
Varias veces el jinete trató de cortárselas. De pronto, apareció otro jinete
vestido de gamuza, con un paliacate en la cabeza, sombrero colgado a la
espalda, y que empuñaba un machete en la mano… era el fantasma de un Cuerudo de
Apatzingan, que había llegado de ultratumba para salvar a las muchachas. El
jinete francés salió huyendo precipitadamente. Cuando las jóvenes quisieron
darle las gracias al “cuerudo”, había desaparecido…
Sonia
Iglesias y Cabrera
chevere
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