martes, 22 de septiembre de 2015

El Padre Denia y los Santos




El padre Gabriel Denia tenía a su cargo la iglesia de Santa Catarina Mártir, en la hoy Calle de República de Brasil, en la Ciudad de México. El sacerdote devoto y pleno de fe, iba todas las noches, a la medianoche, a rezar al templo. Sus visitas se hacían cada vez más frecuentes, y los habitantes del barrio empezaron a murmurar. Algunos decían que acudía al templo para realizar ritos espantosos y demoníacos, y otros afirmaban que se flagelaba hasta sangrar copiosamente. Comía muy frugalmente, su principal alimento era el espiritual.


Un día se celebró una fiesta en la casa del regidor de la ciudad don Félix Salcedo de Villalba, a la que acudirían solamente las personas importantes. Algunos hombres de entre los festejantes decidieron acudir a la iglesia para espiar al sacerdote y averiguar a ciencia cierta qué era lo que hacía a las doce de la noche. Entraron en ella y se agazaparon. Al poco rato, crujieron las puertas de la sacristía y el padre Denia salió para dirigirse al altar mayor: se arrodilló, prendió las velas dedicadas a la Virgen y a la imagen de Cristo crucificado y rezó un padrenuestro. De repente, a los espías se les puso la carne de gallina pues escucharon que muchas voces respondían a la plegaria del sacerdote. Terriblemente aterrados se dieron cuenta que las voces provenían de las ánimas del Purgatorio. En ese momento, los santos y las vírgenes que estaban en la iglesia descendieron de sus altares y se arrodillaron junto al padre Denia para acompañarlo en sus rezos. Las caras de madera de los santos expresaban dolor y piedad, y sus rezos de ultratumba aterrorizaban al que los oyese. Don Félix, en el paroxismo del miedo se desmayó, al tiempo que profería un horrible grito; otro de los hombres que le acompañaba sufrió la misma suerte. Al oírlo el cura, los rezos cesaron, y Denia se dirigió al regidor para auxiliarlo; trató de ayudar a los dos desmayados, pero fue en vano, ambos caballeros estaban inconscientes del miedo.

Los otros hombres se llevaron cargando al regidor a su casa. Don Félix estuvo enfermo por una semana, al cabo de la cual se volvió completamente loco y pleno de alucinaciones. El padre Denia vivió muchos años y siempre siguió oficiando misa y rezando a la medianoche, junto con los santos de madera.

Sonia Iglesias y Cabrera

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