Ante
la trampa, que estaba muy bien urdida, el valiente tlaxcalteca cayó preso.
Inmediatamente, los soldados lo llevaron a Tenochtitlan al palacio del Huey
Tlatoani Moctezuma. Al tenerlo frente a él, el emperador le dijo: -¡Valiente
guerrero tlaxcalteca, te pido disculpas por la manera en que mis guerreros te
han traído, pero es necesario que formes parte de mis tropas y seas nuestro
general! Pero el apresado muy dignamente le contestó que no aceptaba, ya que
los mexicas eran enemigos de él y de su pueblo, y que nunca formaría parte de
las tropas mexicas. Entonces Tlahuicole, ante la insistencia del Huey Tlatoani
y porque no le quedaba más remedio, aceptó la oferta y se puso al mando de las
tropas mexicas que querían conquistar a los purépecha.
Al
frente del ejército mexica, Tlahuicole avanzó hasta tierras michoacanas y
realizó varias conquistas. Terminadas éstas, el guerrero regresó a Tenochtitlan
y le dijo al emperador que había cumplido con lo pedido. Moctezuma, muy
contento por las victorias, ordenó que se realizase una fiesta para celebrar
tan buenas noticias. Y le dijo a Tlahuicole: - ¡Quédate con nosotros, que a
cambio yo te daré lo que me pidas! A lo que el joven replicó: - ¡No! Jamás
traicionaría a mi señor tlaxcalteca!
Enojado,
Moctezuma ordenó que veinte de los guerreros más valientes le dieran muerte al
necio tlaxcalteca en una lucha dispareja, en la cual a Tlahuicole le dieron un
escudo de papel y una macana sin láminas de sílex. Si ganaba le dejaría
Moctezuma en libertad. La lucha comenzó, ocho mexicas murieron a manos del
tlaxcalteca y los demás quedaron heridos e incapaces de pelear. Ante este
hecho, el emperador le devolvió la libertad; sin embargo, Tlahuicole le
responde que no podía regresar a Tlaxcala pues estaba deshonrado, y deseaba ser
sacrificado.
Moctezuma
cumplió su deseo y Tlahuicole fue sacrificado a Huitzilopochtli en el Templo
Mayor. Su cuerpo fue tirado en Villa Alta, en una ciénaga donde todavía se
encuentran los restos de este valiente guerrero que nació en San Juan Ixtenco.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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