La
Santa de Cábora, García Nona María Rebeca Chávez, nació en México en el año de
1873 y murió en Arizona en 1906. Fue hija ilegitima de Tomás Urrea, rico
sonorense que tenía sus propiedades en Álamos, Sonora, y de una india tehueca,
llamada Cayetana Chávez. Cuando contaba con 14 años, su madre fue a Cábora a
buscar al padre de su hija con el propósito de pedirle ayuda. Don Tomás
accedió, la reconoció y le dio su nombre. Otra versión nos informa que la madre
la abandonó y la niña Teresa no tuvo más remedio que ir en busca de su padre,
quien en seguida y gustoso la acogió en su casa. En el pueblo de Cábora conoció
a una curandera con la cual entabló amistad y, dice la leyenda, que con ella aprendió
los secretos de la magia y sus hechizos, hasta convertirse en su aprendiz y
ayudante.
Cuando
Teresa contaba con 16 años, tuvo un ataque de catalepsia que le duró catorce
días. Como la creyeron muerta, sus familiares comenzaron los preparativos para
su funeral. En el preciso momento en que la estaba velando, la chica volvió en
sí. Todas las personas creyeron que había resucitado, y en todo Sinaloa se
propagó el “milagro” de su vuelta a la vida.
Al
poco tiempo de haber resucitado, Teresa descubrió que podía entrar en éxtasis y
que podía profetizar. La fama de sus dones se extendió por los estados norteños
y pronto empezaron a acudir peregrinos para que los sanara, pues además de
tener el don de la profecía, era conocida por sus curaciones milagrosas. Sus
más fanáticos seguidores fueron los indios mayos y yaquis.
Pero
Teresa, además de profetizar y sanar, era buena oradora y no paraba en mientes
en decir lo que pensaba acerca de las injusticias que padecía el pueblo. Este
hecho suscitó temor en el dictador don Porfirio Díaz y su gabinete, pues se
sintieron aludidos y con razón.
Los
conceptos justicieros de la Santa de Cábora, influyeron mucho en el líder Cruz
Chávez, con quien se escribía asiduamente, influencia que originó la famosa
Rebelión de Tomóchic, que tuvo lugar en 1891, pues los habitantes de esta
ciudad estaban absolutamente hartos de los desmanes y de las injusticias llevadas
a cabo por el gobierno dictatorial, y de que se entregaran las riqueza
forestales y mineras a estadounidenses y a ingleses.
Tanto
querían y seguían los habitantes de Tomóchic a Teresa que habían colocado una
imagen de la mujer en el altar del templo de la población. Cuando el cura llegó
pidió que se la quitara por ser un sacrilegio, los habitantes se negaron, y ahí
se inició el terrible conflicto.
Pasado
un año, tocó a los indios mayos luchar contra el gobierno, y al grito de “¡Viva
la Santa de Cábora!” Iniciaron su lucha. A raíz de estos hechos, fue
aprehendida junto con su padre y exiliada a los Estados Unidos, donde vivió en
el pueblo de Clifton hasta su muerte cuando contaba con solamente 33 años.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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