martes, 12 de abril de 2016

La Calle de la Joya



En la Calle de Mesones de la Ciudad de México, vivía don Gaspar y su esposa doña Violante, mujer muy bella, tan bella era que Gaspar la tenía encerrada en la casa a la que había puesto altos muros, para que los hombres no le pudiesen ver. Violante tenía una criada negra llamada Maravatía, que cierto día engatusó a su ama para que saliera a la calle a visitar a una gitana que adivinaba la suerte. Partieron las dos en un hermoso carruaje tirado por dos caballos negros. Al llegar a la casa, la gitana le empezó a leer la suerte a Violante y le anunció que pronto llegaría un joven que se enamoraría de ella, y tanta sería su pasión que acabaría matándola.



Pasó el tiempo, y una tarde que se encontraban los esposos en la sala, escucharon redobles de tambores; fueron a la ventana y vieron al capitán Diego Fajardo que al ver a Violante quedó absolutamente prendado de ella y enloqueció de amor. No le importó que fuese casada, la quería para él. Desde entonces, el buen mozo empezó a rondar la casa para ver y hablar con la bella, pero como estaba demasiado escondida, decidió recurrir a la criada Maravatía: le dio unas monedas de oro con la condición de que le entregase una carta a Violante. Pero la mujer ignoró por completo las apasionadas palabras que le dirigió don Diego.

Poco después, Maravatía le dijo al enamorado que si le daba más monedas de oro, le entregaría la llave de la casa para que entrase. Tres días después, el capitán se introducía en la mansión y en la recámara de su amada. Al verlo, la honrada Violante se asustó y le rechazó categóricamente. Pero alguien fue con el chisme y le dijo a don Gaspar que su esposa le era infiel con el capitán Fajardo. Entonces, el marido fingió hacer un viaje. Cuando Diego vio salir de la casa al esposo, entró en ella y se dirigió a la recámara de Violante, para ofrecerle un hermoso brazalete de oro con diamantes a cambio de sus amores. Cuando el capitán partió, Gaspar entró en la casa enfurecido para encontrase con su esposa que tenía en las manos el costoso brazalete. Hecho una furia tomó una daga que su esposa tenía siempre cerca cuando el hombre partía de viaje para defender su honra en caso dado, y le dio a la mujer cien cuchilladas. Al verla muerta, Gaspar recogió del suelo la joya ensangrentada y salió a la calle para dirigirse a la casa de don Diego y devolvérsela. Al llegar a la casa situada en lo que es hoy la Calle de 5 de Febrero, el hombre, casi vuelto loco de celos, tomó la joya, la clavó en la pesada puerta con un puñal, y al instante cayó muerto. Ante el ruido que se escuchó en su puerta, el capitán Fajardo salió y se encontró con Gaspar muerto frente a su casa y con la joya ensangrentada clavada en la puerta. Inmediatamente se dio cuenta de que el celoso y tonto marido había matado a la bella Violante, y lloró como nunca lo había hecho en su vida y como nunca lo volvería a hacer.

Los costos del funeral corrieron a cargo de don Diego, quien además dio la orden de que nunca se quitase el puñal ni la joya de la puerta de su casa. Tanto fue el dolor que le causó la muerte de la honrada mujer que el capitán no comía ni dormía casi loco de pena. Pasado un cierto tiempo, don Diego decidió meterse de por vida a un convento y dedicar su dolor a Dios, por haber sido el causante de la muerte de una honrada mujer.

Sonia Iglesias y Cabrera

No hay comentarios.:

Publicar un comentario