El
gobierno perseguía a Hilarión por sus malas acciones, los ricos se quejaban de
los continuos robos de que eran víctimas, y el ejército lo perseguía sin
tregua; muchas fueron las batallas que libró Hilarión Medina contra los
soldados, tanto contra los federales como contra los revolucionarios. Siempre
ganaba el ladrón bondadoso, hasta que en una ocasión fue hecho preso por los soldados
federales, en el pueblo llamado San Juan Piñas. Lo condujeron a Juxtlahuaca
excesivamente custodiado. De Juxtlahuaca le llevaron hasta Huajuapan de León
para, poco después, conducirlo hasta la ciudad de Oaxaca. Su captura causó
conmoción entre los pobladores de la ciudad, la gente salía de sus casas para
verle y saludarlo, pues los pobres le querían mucho. Cuando llegó a la ciudad
capital del estado Hilarión Medina fue decapitado. Pero este noble personaje continúa
viviendo en la tradición oral triqui, pues los indígenas le ayudaron mucho
escondiéndole en las cuevas que abundan por el territorio, como una muestra de
agradecimiento por la ayuda que les proporcionó y la defensa que siempre hizo
de ellos.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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