Cuenta
una leyenda del estado de Hidalgo que en el año de 1720 ocurrió una gran sequía
que duró todo un largo año. Las personas sufrían con la carencia de agua, dado
que las pozas y demás contenedores se
encontraban completamente secos. Para poder conseguir un poco del vital
líquido, había que caminar muchos kilómetros. La agricultura se vio muy
afectada, todos los sembradíos estaban secos y muertos. La tierra agrietada.
Pronto dio comienzo una terrible hambruna, pues los alimentos escaseaban.
Ante
tanta desgracia, tres diferentes órdenes religiosas decidieron realizar una
procesión que iniciaría en el centro de la ciudad de Pachuca el día 10 de
noviembre. Las órdenes actuaron de manera independiente, sin que mediara ningún
acuerdo entre las tres. Al dar comienzo la precesión, cada orden religiosa tomó
un camino diferente, pero las tres con el mismo propósito del solicitar a Dios
que diera término a la sequía. Cuando llegaron a su destino, los frailes
empezaron a levantar sendos altares para realizar misas. Un altar fue colocado
en lo que actualmente se conoce como la Torre de Independencia; otro, se
instaló en la esquina que forman las calles de Mina y Morelos; y el último
altar se puso en una plazoleta a donde llega el Callejón de Mosco y la calle de
Tres Guerras.
Los
participantes a las procesiones: nobles, frailes y pueblo, rezaban
fervorosamente, suplicaban y cantaban en los sitios elegidos para oficiar las
tres misas. En esas se encontraban cuando de pronto en el cielo aparecieron unos
oscuros nubarrones, justamente en el momento en que los tres frailes oficiantes
levantaban la sagrada hostia hacia el cielo. En seguida, un fuerte aguacero se
desató para contento de todos los participantes. Los demandantes, llenos de
alegría, agradecían al Señor la preciosa dádiva que les otorgaba. Unos
lloraban, otros cantaban, los más rezaban.
Para
conmemorar tan fausto acontecimiento, las autoridades civiles y religiosas de
la ciudad, decidieron construir tres fuentes, cada una en el lugar elegido por
las tres órdenes religiosas. A cada una de las fuentes se le puso su nombre.
Una se llamó Fuente de las Tres Coronas, otra Fuente de los Limones, y la
tercera recibió como nombre Fuente de San Miguel.
Sonia
Iglesias y Cabrera
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